Rafael Ferro, el hombre inquieto



Galán atípico, ganó popularidad en TV con Ciega a citas . Ahora, mientras graba junto con Carla Peterson una tira para 2011, se pone en la piel de un plomero seductor en Para vestir santos . Ex jugador profesional de squash y lector voraz, cuando se apaga la cámara busca escaparse del aburrimiento: su talón de Aquiles.


Por toda la casa reposan libros, listos para quien quiera tomarlos. Uno se topa con ellos, como si se tratara de una puesta en escena que permite descubrir al personaje, al hombre que en esas páginas encuentra "una salvación terapéutica". Cerquita.


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Así están estos objetos preciados de Rafael Ferro. "De intelectual no tengo nada -se escuda rápidamente el actor-. Soy un enfermito y la lectura me salva. Me reconozco como un tipo bastante fetichista, me gusta el libro como elemento; en la mesita de luz siempre hay uno, es como si me protegiera." Allí están, por ejemplo, Los detectives salvajes, del chileno Roberto Bolaño, y un título de ese autor brasileño capaz de llevar al lector a un horizonte litúrgico. "Me rompe la cabeza -dice de João Gilberto Noll-. Tiene una forma de escribir que te lleva a los límites."

Tanto influye la literatura en su vida que a su hijo menor lo bautizó Antonio en honor al mendocino Di Benedetto, autor de Los suicidas, una de las novelas predilectas de Ferro. "Todo aquello que tenga un tinte melancólico, que bordee la locura y la muerte, inevitablemente llama mi atención."

Mientras tanto, Yeca se pasea de un lado a otro hasta quedar a los pies de su dueño, listo para recibir una que otra caricia. "Tenías a otro perro, también callejero, Crotosky se llamaba, le pusimos así para que sonara más intelectual. Pero se perdió -cuenta-. Hasta que con mis chicos encontramos a Yeca en la Avenida del Libertador y lo trajimos a casa. El loco sigue callejero, está todo el día afuera y vuelve por la noche."

Aún hay alguna que otra caja por desarmar y espacio que llenar en la casa de La Lucila. Es que no hace tanto que Ferro se separó de su segunda mujer. Padre de tres hijos -Lorenzo y Matilda, de su primera relación; y Antonio, de su última pareja-, a los 44 años; el actor reconoce que fueron ellos quienes lo ayudaron a "encarrilarse". Sucede que el actor tiene un pasado de enfant terrible, que incluye drogas, alcohol y una agitada vida nocturna.
Puro movimiento

Su mayor problema es el aburrimiento, lo que lo empuja a estar en movimiento. Y fue esa búsqueda constante lo que lo llevó a cambiar de rumbo cuando a los 25 años decidió dejar su exitosa carrera como jugador profesional de squash en Alemania. "Estaba aburrido -no duda en decirlo-. En la última etapa fui más un showman que un buen jugador, me lo pasaba haciendo escándalos para llamar la atención del público. Actuaba mis salidas a la cancha... En realidad, eran más una puesta en escena que otra cosa, como una performance."

Así, el paso a la actuación no se hizo esperar. "Me cayó la ficha. Tarde, pero cayó. Empecé a estudiar de grande y fue cuando dije que tenía que ir por ahí." Y la preparación física como deportista le abrió puertas en sus primeros trabajos. Durante dos temporadas, una en Nueva York y otra en Londres, formó parte de De la Guarda, el grupo creado por Pichón Baldinú y Dique James (este último, hoy al frente de Fuerzabruta). Sin duda, aquella experiencia fue un quiebre en su vida, tal como lo mostró la obra autobiográfica que protagonizó con la dirección del escritor y cineasta Edgardo Cozarinsky (a quien conoció en el rodaje de Ronda nocturna). "Fue muy intensa. Reconozco que no fue una puesta muy acertada. Psicológicamente fue un golpe muy duro, imaginate repasar todas las noches tu vida. Me expuse demasiado."

Con Verano del 98 (pero en 2000), el éxito de la factoría Cris Morena, hizo su ingreso en la televisión, donde poco a poco ganó espacio y se hizo acreedor de papeles más jugados, como los de Resistiré, El tiempo no para, Lalola y Los exitosos Pells, hasta llegar a Ciega a citas, la tira en la que jugó el rol del galán, con todos los condimentos de antigalán. "Fue muy divertido, jamás imaginé tanta repercusión." Sin sospecharlo, en la piel de Marcelo Ugly se transformó en un objeto de deseo. "Por Ugly tuve que fumar y mucho, y eso que nunca lo había hecho." Lo cierto es que aquel Ugly le valió una nominación a los Martín Fierro y el reconocimiento masivo.

Ni lerdo ni perezoso, Rafael Ferro se calzó el overol y se fue a trabajar como plomero en Para vestir santos, donde enamoró a los personajes de Gloria Carrá y Griselda Siciliani. La idea era que sólo participara de algunos capítulos del unitario que emite El Trece, pero dada la repercusión, parece que el muchacho seguirá en el aire hasta el final. La buena cosecha 2010 le aseguró un buen futuro para el año próximo. Con Carla Peterson, Leonardo Sbaraglia y Eleonora Wexler, ya grabó el piloto de Un año para recordar, la tira que Underground y Endemol pondrán en la pantalla de Telefe.

Pero la tele no es el único medio en el que le gusta moverse: recientemente filmó la película de terror La memoria del muerto, de Javier Diment, junto a Lola Berthet, Gabriel Goity, Jimena Anganuzzi, Ana Celentano y Luis Ziembrowski. Justamente con su buen amigo Ziembrowski, Luciano Castro y Pablo Cedrón, unió fuerzas a partir del éxito de Lalola para generar un proyecto independiente al que titularon Siberia. "Es una idea para TV, ya tenemos varias cosas escritas -anticipa-. Es muy extraño, bastante bizarro, muy al estilo Twin Peaks [la inolvidable serie creada por David Lynch y Mark Frost]. Tenemos ganas de mostrarla. Es importantísimo para mí explorar otros lenguajes, si no te quedás siempre en lo mismo y el trabajo de actor puede acercarse al de una oficina pública."

-¿Ahora estás aburrido?
-Mmm... por momentos. Es cierto que la actuación sigue siendo una buena vía de escape, pero me agota el circo y la hipocresía que gira a su alrededor. Se dicen muchas pavadas. Por eso necesito moverme, hacer cosas que me hagan pensar, estar todo el tiempo generando proyectos.

-¿Estás escribiendo algo?
-Todo el tiempo escribo cosas, desde chico, pero soy pésimo. Y como si fuera poco, soy muy vago. No tengo la constancia como para hacer una novela.
El está lejos de subirse a esa moda en la que todos pueden escribir, actuar, cantar, dirigir. "Ojo, cualquiera puede hacerlo, pero dudo que lea esos libros, escuche esas canciones, mire esas películas", asegura un amante del humor, capaz de calificarse a sí mismo como una especie de payaso negro. "Ahora estoy experimentando con mi soledad, con mi oficio, con esa necesidad que tenemos los actores de reinventarnos y no quedarnos atados a una escena."

-El mayor miedo de un actor: que el personaje se apodere de su vida.
-Es que el límite es muy delgado cuando el instrumento es tu propio cuerpo y mente. Ya lo decía Marcello Mastroianni: "El de actor es el mejor oficio del mundo: hoy sos bombero, mañana rey y pasado, ladrón. Pero el riesgo es que te quedes colgado con una escena y la sigas en la vida real."

La Nación

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